Primero, una mamá hace presencia, su presencia es insustituible. Cuando está la mamá, la casa está llena. Si nosotros en este mes de mayo queremos hacerle honor, hagamos presencia, llenemos nuestra oficina, nuestra casa, las calles con la presencia de Dios.
En segundo lugar, la mamá une. Nosotros cuando mi mamá estaba viva nos reuníamos tres veces al año: en su cumpleaños, el día de la madre y la adoración del niño el 28 de diciembre, allá estábamos los 4 hermanos. Cuando ella ha fallecido las cosas cambian. La madre es referencia de unidad.
En tercer lugar, la mamá es en pequeñito una visibilización del amor de Dios, una madre ama. María estaba al pie de la cruz mientras todos los demás estaban escondidos. Si nuestra vida no tiene amor no es nada. El amor de Dios es el amor de la cruz, un amor que se dona, un amor que busca la felicidad del otro. El otro amor humano que también es lindo es efímero, convenenciero. Enamorarse es lindo, pero es nada comparado con el amor de Dios.
Amemos a nuestra Madre, la Virgen Santísima, siguiendo su ejemplo que hemos visto a través de nuestras mamitas: seamos presencia, signo de unidad y seamos amorosos con un amor natural, equilibrado y creativo.
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